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29 de diciembre de 2013

Consumo de energía y seguridad energética en Andalucía.

En la actualidad nos encontramos inmersos en un debate público sobre el alto precio de la energía eléctrica que pagan los consumidores, y la supuesta falta de rentabilidad de las empresas del ramo, que alegan un incremento constante de sus costes para justificar la subida en los precios de venta de la energía que producen. Hay pocos datos objetivos y los argumentos que se utilizan son complejos y opacos, con lo que es difícil simplificar una presentación del problema, y por tanto es fácil caer en juicios manipulados o conclusiones erróneas. Existen varias razones para justificar el nivel del importe que ha alcanzado el kilovatio en España, y uno de ellos es que el sistema tiene instalado una capacidad de generación significativamente mayor que la que se demanda en cada momento. Esto es así porque la electricidad no es un bien que se pueda almacenar, y por tanto necesita ser producido conforme se demanda en tiempo real. Para evitar que una incidencia técnica o de otro tipo impida el flujo continuo de energía en el sistema, hay que tener instalaciones redundantes que puedan entrar en funcionamiento en caso de que la demanda sea mayor, o que existan problemas de suministros que puedan hacer caer el sistema. En definitiva, el mantenimiento de unas infraestructuras energéticas de reserva tienen unos costes que se paga en la factura de la electricidad, y no son precisamente pequeños. 

Además de la existencia de duplicidades en el sistema para garantizar el suministro de electricidad a hogares y negocios, hay otro aspecto importante que forma la otra gran columna de la estrategia de seguridad energética de un país. En concreto hablamos de la necesidad de asegurar el abastecimiento de energía primaria (carbón, gas natural, petróleo, viento, sol, etc) para poder transformarla en energía eléctrica que pueda ser transportada y consumida por los hogares y empresas. Aquí también existe una controversia en cuanto a que el coste de cada tipo de energía no es la misma. La energía que produce una central nuclear que ya tiene amortizada sus instalaciones, o la que se obtiene de una central hidroeléctrica, es bastante más barata que la que se produce a través de combustibles fósiles como el petróleo o el gas natural, en gran medida porque las instalaciones de transformación en electricidad de estas últimas están en proceso de amortización, a lo que hay que añadir también el fuerte incremento en los últimos años de la cotización de las materias primas utilizadas. 

Nuestro país tiene una fuerte dependencia energética del exterior, y eso es preocupante. Este tema junto con la volatilidad de precios de los hidrocarburos, y el compromiso adquirido en el Protocolo de Kioto sobre cambio climático, han sido los elementos claves para justificar la utilización de energías limpias y renovables en la generación de electricidad. El problema es que al ser tecnologías menos desarrolladas y con menor eficiencia energética, han necesitado para su expansión de una serie de incentivos en forma de primas a la energías renovables, que están en el foco del análisis como uno de los principales responsables del aumento del precio de la electricidad que se consume. Este tipo de energías tienen dos ventajas que no se tienen en cuenta a la hora de incorporarlos como costes no explícitos en las tecnologías convencionales: la primera es que es una fuente renovable y limpia, por lo que desde un punto de vista ambiental es muy beneficioso para el bienestar presente y futuro; la segunda es que reduce la dependencia energética al necesitar la importación de menos materias primas como el petróleo y el gas natural. Por otro lado tienen un gran inconveniente, y es que no proporcionan un flujo constante al sistema, ya que el sol o el viento son recursos que fluctúan a lo largo del día. El futuro no es prometedor si basamos el modelo energético nacional en los hidrocarburos o la energía nuclear, porque los recursos disponibles de las materias primas necesarias para mantener el modelo convencional están o estarán en poco tiempo en retroceso, y por tanto será cada vez más difícil y más caro conseguirlas. Encontrar un mix energético eficiente y que nos aporte seguridad en el suministro no se consigue en el corto plazo, sino que requiere de grandes inversiones y sobre todo de un modelo que aporte estabilidad legal y financiera a los inversores para que el problema de recursos energéticos no nos explote en las manos.  En definitiva, la apuesta por la energía renovable puede haber ocasionado problemas coyunturales durante la crisis, como el aumento del recibo de la luz para los consumidores, o la explosión de la burbuja de las renovables que ha perjudicado a inversores de distintos tipos, pero en el largo plazo es una apuesta acertada para la sociedad en su conjunto y que será reconocido como tal cuando la escasez de recursos convencionales no encuentre una tecnología que sustituya las energías fósiles.