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7 de julio de 2012

La tasa de desempleo EPA en ANDALUCÍA

La tasa de desempleo andaluza, medido por la Encuesta de Población Activa (EPA), presenta un diferencial permanente que oscila entre el 4% y el 12% desde 1976. Fijándonos en la década pasada, la EPA arrancó la centuria en el entorno del 10,25% para ir reduciéndose hasta el 3,92% del último trimestre de 2006, justo en la punta del ciclo inmobiliario. Desde entonces el diferencial se ha incrementado cerrando el primer trimestre del año en curso en el 8,73%. Y es que la comparativa es alarmante: la tasa de paro española según la EPA está en el 24,44% y la europea en el 11,1% (área euro), mientras que la andaluza está en el 33,17%. Los datos son concluyentes y demoledores, puesto que una economía desarrollada no puede tener ese índice de paro si quiere mantener dicha etiqueta.
Es evidente que Andalucía tiene unas características propias en su mercado laboral y en su tejido empresarial que perjudica de forma importante la capacidad de crear empleos a largo plazo. También es evidente que los agentes sociales dentro de sus posiciones ideológicas y estratégicas colocan sus objetivos por encima del bien común a largo plazo, y por tanto el análisis correcto del problema queda perjudicado por intereses enfrentados e incluso enquistado, devengando en un debate más político que económico. Aunque ambas materias son importantes para el desarrollo sostenible, la ideología no puede quedar sometida a la economía, pero tampoco ésta puede quedar relegada a un mero análisis de la realidad sin trascendencia alguna en la toma de decisiones de los gobernantes. La literatura académica y no académica está plagada de estudios y advertencias sobre las consecuencias que determinadas políticas pueden terminar generando en el futuro económico de un país. La visión cortoplacista ha contaminado los ámbitos de decisión puramente estratégicos, que por su naturaleza deben estar orientados al largo plazo, y esta dinámica puede ser la que ha degenerado en problemas económicos que son los que estamos padeciendo actualmente.Por tanto, dentro de la literatura económica está perfectamente anticipado los problemas que pueden ocasionar determinados políticas; otra cuestión es la capacidad de los gestores públicos para tomar medidas que garanticen la estabilidad económica y financiera sacrificando parte de resultados a corto. 
El problema del paro en la economía andaluza no tiene un origen único en los salarios y la productividad como se pretende plantear desde distintos ámbitos. Es evidente que cuando no dispones de herramientas monetarias y fiscales para intentar incrementar la producción orientada al mercado externo, la única alternativa con resultados a corto plazo se centra en los salarios y la productividad del factor trabajo. Pero si planteamos la contención salarial e incluso su reducción como fórmula exclusiva para ganar competitividad en el futuro, estaremos empobreciendo el país, al margen del planteamiento ideológico que se tenga. Y es que la productividad también depende de otros factores también muy importantes: las inversiones en capital físico e intelectual, la profesionalidad de la gestión empresarial, la capacidad y la competencia de los responsables políticos, y sobre todo la innovación. Estos elementos son parte de la fórmula de la productividad, pero a su vez no son más que un elemento que integra la competitividad global de una economía.
La generación de empleo a largo plazo, y por tanto la reducción estructural de la tasa de desempleo en la comunidad andaluza depende de factores que no son estrictamente económicos, si no también sociales y culturales. Los incentivos actúan de forma perversa si no tienen en cuenta la eficiencia y el coste real que implican, pero obviamente son necesarios. Es evidente que no todo el mundo quiere ser empresario, pero tampoco es bueno que la iniciativa emprendedora en la comunidad haya sido tan escasa, toda vez que los incentivos han estado orientados a que la gente formada y preparada desde un punto de vista empresarial opte a modos de vida mucho más estables y seguros, algo que aunque es racional y justificable, es obvio que perjudica la capacidad de recuperación de una economía en momentos como el actual. Los recursos financieros y empresariales también han estado mal orientados durante la década pasada, y eso ha sido gracias a que los estímulos estaban disimulados dentro de un crecimiento económico potente, pero alejado de la perspectiva del largo plazo. De igual manera que es racional y justificado que un emprendedor optara por ganar mucho dinero invirtiendo en bienes que se revalorizaban al 20% anual, apalancándose mediante préstamos bancarios, en vez de crear una actividad económica rentable y con capacidad de crear empleo a largo plazo, sobre todo si el entorno social, institucional, político, financiero y económico es proclive a ese tipo de comportamiento empresarial. Ahora bien, hemos de tener en cuenta que el marco normativo e institucional es relativamente homogéneo a nivel nacional, por lo que no se entiende que existan comunidades con tasas de paro del 10% y otras como la andaluza con tasas del 30%. La lógica invita a pensar que hay factores que deben impulsar esa diferencia en el nivel de desempleo, y que no están en el plano estrictamente económico.
En conclusión, una economía desarrollada no puede permitirse tasas de desempleo como la que existe en Andalucía. En primer lugar porque manifiesta una gestión defiente y un modelo económico mal cimentado en cuanto que no consigue reducir las diferencias de forma significativa, tiene una volatilidad en el desempleo excesiva y las tasas regresan a niveles de predesarrollo de veinte años atrás en cuanto hay cualquier inestabilidad en el crecimiento. Los sacrificios deben partir de todos los agentes económicos, empezando por un sector público eficiente que predique con el ejemplo y que marque incentivos hacia la competitividad, un sector empresarial que debe corregir ciertas prácticas poco éticas y buscar la profesionalización de la gestión generando un crecimiento sólido de la actividad, y del conjunto de los trabajadores que deben aceptar que la economía y la producción está globalizada siendo la productividad parte de la competitividad y el crecimiento de un país. Ahora bien, hay que advertir que una reducción de salarios de forma indiscriminada a largo plazo no es la solución, y además puede generar incentivos mal enfocados en tanto que aquellos sectores con más potencial de crecimiento necesita de empleados bien remunerados, algo que estamos viviendo con aquellos jóvenes preparados que están siendo atraidos por mejores condiciones salariales en países como Alemania.