El coste de la deuda está dando un respiro a la carga financiera del presupuesto público. En 2013 el tipo a 10 años ha cerrado en el 4,77%, un dato positivo teniendo en cuenta que un año antes la misma referencia cerró en el 5,45%. El el gráfico adjunto podemos ver el recorrido que ha tenido el coste de la deuda pública a largo plazo en los últimos veinte años. Las tensiones financieras vividas en 2012 con el contagio a la deuda soberana de los países periféricos europeos -entre ellos España- empujaron al alza el tipo de interés de financiación del tesoro español. Pero el nivel alcanzado durante los momentos de tensión citados, no fueron ni inéditos ni desconocidos en las historia económica reciente de España como se puede ver en el gráfico citado, por lo que el problema no es tanto el nivel alcanzado sino el volumen de deuda a financiar, el cuál es muy superior a los que existía en otros momentos anteriores. Aunque la prima de riesgo - que no es más que la diferencia entre la tasa de interés de la deuda alemana y la española en la referencia de los 10 años - se convirtió en el punto de mira de la opinión pública e informativa, no es el dato esencial para conocer el coste real de la deuda emitida, aunque nos pueda servir para hacer un seguimiento de la dinámica de riesgo que los mercados financieros perciben de las finanzas públicas de un estado respecto a una referencia segura como pueda ser la alemana.
Por tanto, la situación actual ha cambiado respecto a la vivida durante estos últimos años. En general se está viendo como los grandes riesgos que se percibían respecto a la capacidad de financiación mayorista de los tesoros europeos periféricos en los mercados, están volviendo a la normalidad salvo casos extremos como el de Grecia o posiblemente Portugal. La inmensa inyección de liquidez por parte de la Reserva Federal y del Banco de Japón con motivación bien distinta en ambos casos, y las facilidades de financiación del Banco Central Europea a la banca, junto con la bajada de tipos a niveles mínimos históricos, están detrás de la relajación de las tensiones financieras vividas. En el caso europeo, también hay que mencionar la senda de corrección de los déficit públicos de los países con mayor riesgo, la clarificación de los mecanismos de resolución de entidades financieras con problemas, y la supervisión por parte del banco emisor de las principales entidades sistémicas de la Unión Europea.
Hay que advertir que no todo es positivo en este mar de liquidez abundante en el que vivimos actualmente. El amago de retirada de los estímulos por parte de la FED ya ha dado algún que otro susto que le ha hecho rectificar a tiempo, y es de suponer que los mercados ya deberían estar preparados para tal acontecimiento. Algunos países emergentes registraron una intensa entrada de capitales destinados a sus mercados financieros locales que provocaron burbujas de activos y de deuda, además de problemas con sus divisas, y cuyas peores consecuencias las están viviendo actualmente con la repatriación de fondos a sus países de origen, debido a la fuerte reestructuración de las carteras de inversión de inversores ante el esperado comienzo del tapering. Parte de esos fondos han ido a los mercados de productos financieros de alto riesgo estadounidense, cuyas cotizaciones han vuelto a los niveles previos a 2008 cuando se produjo el derrumbe de los mercados de productos estructurados de las famosas hipotecas subprime. Los expertos esperan que los simples comentarios de la Reserva Federal respecto al manejo de su política monetaria sirva para corregir los excesos que se están viendo. La cuestión es que si en 2009 y 2010 se hicieron grandes promesas y discursos cuyo objetivo era controlar, y en definitiva gobernar, el enorme monstruo que son los mercados financieros mayoristas internacionales para evitar lo que ha sucedido, hoy día volvemos a un escenario precrisis donde las otroras grandes metas de lucha contra las burbujas de deuda han quedado en un mero placebo que probablemente nos encamine hacia una próxima depresión incluso más profunda.