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5 de julio de 2015

¿Es verdad que se ha reducido el gasto público social es España?


Para hacer una análisis simple, relativamente serio y con el máximo de objetividad sobre el comportamiento de una magnitud económica, hay que tener en cuenta, entre otras cuestiones, su flujo, el stock, el período utilizado, y la referencia comparativa necesaria para hacer el estudio. Por supuesto que hay otros elementos para enjuiciar el comportamiento de una determinada variable económica, pero probablemente muchos de ellos pertenecen a otros ámbitos distintos al económico. En el gráfico anterior se ha escogido como referencia el volumen (stock) de gasto social público relativo a salud, educación y protección social, respecto al total del gasto realizado por el conjunto de las administraciones públicas. El periodo utilizado es el que nos proporciona las estadísticas de la Secretaría de Estado de Presupuestos y Gastos, que es suficientemente amplia para valorar hechos económicos destacados (integración económica en Europa y adopción del euro), al margen de los gestores públicos que hayan existido en cada momento. 

Es evidente que el gasto público global se ha reducido durante los últimos años de la crisis, en gran medida porque se han derrumbado los ingresos fiscales, y por tanto parece lógico que los gastos totales se adapten al nuevo escenario. Pero lo que vamos a tratar de ver es si ese descenso del gasto ha sido a costa del componente social que es el que tiene actualmente mayor impacto sobre la sociedad. Pues bien, como se puede ver en el gráfico, el esfuerzo presupuestario ha sido diferente según la partida que analicemos. Por una parte, la protección social es más o menos estable durante el periodo, para incrementarse desde 2007 en casi 7 puntos porcentuales a causa de la crisis. Por otra parte, las partidas vinculadas con el esfuerzo presupuestario regional, como son el gasto en salud y educación han permanecido relativamente estables, siendo el caso más llamativo el de la educación, cuya financiación no refleja para nada el supuesto interés que han tenido los gestores públicos en esta materia.


En el cuadro de arriba se ve el devenir del esfuerzo social del gasto público español desde 1995. El peso del gasto en salud creció regularmente hasta 2009 en 3 puntos porcentuales (pp), y a partir de ahí el impacto de las restricciones financieras provocó un descenso del volumen de gasto y del esfuerzo sobre el gasto total. Algo parecido ha sucedido con la educación, aunque como se puede ver en el cuadro, el interés en dicha partida por parte de los responsables públicos durante el periodo analizado ha sido claramente menor. En parte es posible que el incremento del peso presupuestario del gasto en salud se deba a factores estructurales que hacen más difícil su consolidación, en tanto que los cambios demográficos han provocado un mayor uso de los servicios sanitarios. Por su parte, la protección social ha crecido en todo el período analizado, incluso durante la fase de crecimiento del ciclo económico. En conjunto, el gasto social que incluyen sus partidas más importantes ha crecido desde el 54,0% en 1995 hasta el 62,4% en 2013. A falta de saber los datos de 2014 que también ha sido un año de consolidación, no se puede hablar de un descenso indiscriminado del gasto público, sino más bien un trasvase del esfuerzo desde aquellas partidas descentralizadas dependientes de las administraciones regionales como son la salud y la educación, a gasto de protección social que necesita de gran cantidad de recursos para intentar mitigar los efectos de la crisis, además del consiguiente aumento de las pensiones debido a las mismas cuestiones demográficas ya citadas.


En cuanto al comportamiento del flujo de gasto que se dibuja en el gráfico anterior, se puede ver claramente la fase de expansión que el ciclo económico ha tenido sobre las partidas más vinculadas al bienestar. A la vista de esto, cabe poca duda de que el crecimiento es necesario para que el bienestar económico de la sociedad crezca, y no solo dependa en exclusiva de una mayor redistribución de la renta y la riqueza. Si se consigue crear una estructura productiva capaz de incrementar el empleo, y que este aumento sea estable y duradero, el gasto destinado a protección social para contingencias relacionadas con el desempleo y la pobreza tendrían utilidades que reforzarían los servicios públicos esenciales como son la salud y la educación. 


En el cuadro anterior se puede ver la evolución de las partidas de gasto social en términos interanuales. En general, todas las partidas relacionadas con el gasto social crecieron hasta la llegada de la crisis, y es a partir de entonces cuando el gasto de protección social actúa como estabilizador autómatico, creciendo en 30.000 millones de euros desde 2008 hasta 2013, lo que supone un incremento del 20,0%. Mientras, para las partidas de salud y educación las llegada de la crisis ha supuesto un disminución de 4.286 (-6,4%) y 4.651 (-9,9%) millones de euros respectivamente. 


El gasto público total se ha más que duplicado en quince años desde los 227.326 millones de euros en 1998 hasta los 464.759 millones de euros en 2013. En el periodo de crisis, el gasto total ha pasado desde los 459.294 millones de euros en 2008 hasta los 464,759 millones de euros en 2013, lo ha supuesto un crecimiento del 1,2%. Por su parte, el gasto social ha pasado de los 268.029 millones de euros a 289.838 millones de euros, lo que ha supuesto un incremento del 8,1%. 



Las conclusiones a las que se puede llegar respecto a la evolución del gasto público, y en concreto del gasto social en España está demasiado impregnado de controversia y disputa política. En principio, es fácil defender cualquier argumento -por peregrino que sea- haciendo una combinación del periodo, variación, volumen y magnitud económica utilizada. A falta de datos para 2014, que como sabemos ha sido un año también de consolidación presupuestaria, el gasto social en España no se ha derrumbado, como parece desprenderse de algunos discursos. En todo caso, por distintos motivos los ingresos fiscales no son los deseables para mantener y avanzar hacia niveles medios de la UE o la OCDE en el peso del sector público en su economía, y esto ha provocado que los gastos se hayan acomodado a la dinámica de ingresos. Si se logra crecimiento sano y estable, y se consigue convencer al gestor público que interiorice la idea de que la búsqueda de la eficiencia en sus políticas de gasto es una herramienta útil para estirar las posibilidades de este, se puede volver a generar recursos que puedan destinarse a servicios esenciales como salud y educación. 

Para terminar, en el gráfico de arriba se puede ver el diferencial de crecimiento del gasto social respecto al crecimiento del gasto público total, y como desde el comienzo de la crisis la dinámica de gasto ha sido anómala. En general, en el periodo analizado ha habido claramente diferenciales positivos en el ritmo de crecimiento del gasto social respecto al total, salvo en 1998 y 2001, en 2007 y 2008, y el más intenso en 2012. La verdad es que los datos no acreditan el discurso de aquellos que quieren hacer tabla rasa de las políticas de gasto público anterior, como si no se hubiesen conseguido mejoras significativas en redistribución de la renta, y en la mejora general en la sociedad española. También es evidente que la situación actual tampoco avala los que quieren presentarla como la mejor de las posibles. Los gestores públicos han cometido errores y aciertos, pero esto no invalida los avances en bienestar que se han producido durante la fase de crecimiento del ciclo. Estamos inmersos en un ambiente electoral, y hay que ser conscientes que el problema de los programas de los partidos es para el que se los cree. Buenas vacaciones.