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11 de mayo de 2016

Evolución del gasto público de España en Educación (1995-2014)


En una entrada anterior (aquí) se trató el tema del gasto público social en España, y en concreto el destinado a la protección social. Esta partida de gasto creció en 71.175 millones € entre 2000 y 2008 (+86,3%) mientras que entre 2008 y 2014 el incremento fue de 29.750 millones € (+19,4%), dejando la cifra en 2014 en 183.443 millones € (17,6% del PIB), según los datos de EUROSTAT. Tal como se indicó, el principal gasto social español está relacionado con la protección social, básicamente pensiones, prestaciones por desempleo, y prestaciones por enfermedad e incapacidad. Pero también hay otras partidas que tienen un enorme impacto en la capacidad de mejora social y económica como es la educación, o simplemente suponen un pilar esencial de los servicios públicos básicos que reciben los ciudadanos como es la sanidad. En concreto en esta entrada vamos a exponer los principales datos financieros que se destinan a la educación en nuestro país. En el gráfico se puede ver la evolución del gasto educativo respecto al PIB de España y de la zona euro. En ambos casos se registra un pico en 2009 y 2010, comenzando a disminuir a partir de 2011 coincidiendo con la fase más dura de la crisis financiera. En 2014 el porcentaje de gasto en educación respecto al PIB español fue del 4,1%, el mismo que Italia (4,1%) e inferior que Alemania (4,3%), Irlanda (4,3%), Grecia (4,4%), Francia (5,5%), Portugal (6,2%), Finlandia (6,4%), Suecia (6,6%), Noruega (5,1%) y Reino Unido (5,2%). Es evidente, que España presenta un déficit en cuanto al gasto publico destinado a educación comparado con nuestro entorno europeo, y que el intento de hacerlo crecer hasta tasas parecidas a éstos se interrumpió con la llegada de la crisis. 



A la hora de analizar el esfuerzo que realiza un estado en la educación de sus ciudadanos hay que ver no sólo el porcentaje sobre el PIB que destina a ese concepto, sino también el peso sobre el gasto total público del país. En el gráfico adjunto se puede ver la evolución de dicho esfuerzo, y como en la fase previa a la crisis, España estaba poniendo empeño en intentar incrementar el gasto destinado a educación, algo que como se puede ver se truncó a partir de 2012, debido a las restricciones financieras y presupuestarias impuestas por la situación. En este aspecto las dinámicas de los principales países europeos ha sido diferente. En Francia, el esfuerzo financiero empezó a declinar en 2002 cuando alcanzó el 11,0% del gasto público total llegando al 9,6% en 2014. Por su parte Alemania ha tenido un comportamiento contrario, pasando del 8,8% en 2002 al 9,7% de su presupuesto público en 2014. Por su parte, Italia alcanzó su máximo en 2005 en el 10,0% bajando intensamente hasta el 7,9% en 2014. Como peculiaridad, se puede observar que las mayores economías de la zona euro (Alemania, Francia, Italia y España) han tenido un comportamiento y peso similar en cuanto a su esfuerzo en el gasto educativo, siendo claramente mayor en el caso de las economías europeas más pequeñas. 


Enlazando con esto último, en el gráfico se puede observar la posición relativa de los distintos países europeos en cuanto al peso del gasto en educación sobre su PIB y el esfuerzo que realizan sobre el gasto público total. A destacar el empeño que la mayoría de países europeos ponen en la educación de sus ciudadanos, el menos en lo que se refiere al esfuerzo financiero que realizan. Como se puede ver, las mayores economías presentan peores niveles de gasto en ambas variables, salvo el caso francés que dedica un porcentaje relativamente alto de su PIB a educación, pero relativamente bajo en cuento al total de su gasto público. Por tanto, en una comparativa europea, España no presenta una diferencia excesiva respecto a sus principales socios, e incluso Italia presenta peor ratio, por lo que el problema de falta esfuerzo en gasto educativo no es un fenómeno exclusivo de nuestro país al menos en los ratios que se están examinando. En el gráfico se puede ver que las economías centrales de la Unión Europea destinan menos del 10% de sus presupuestos a la educación, y que salvo Francia que destina el 5,5% de su PIB, el resto (Alemania, Italia y España) destinan menos del 5% de su PIB a este fin.  


Las partidas destinadas a educación es considerada un gasto a efectos contables, pero desde el punto de vista estratégico es una inversión que tiene sus efectos en el largo plazo. El esfuerzo que se realiza desde el ámbito público en educación se va acumulando en el capital humano del que dispone un país, y esto amplia las posibilidad productoras de su economía. Cuanto mayor es el nivel de preparación de sus ciudadanos mayor es el valor que pueden añadir a los bienes y servicios que producen, y por tanto mejor es el nivel de empleo y calidad que genera. En el gráfico adjunto se puede ver una comparación entre el PIB per cápita y el porcentaje del gasto educativo público respecto al PIB de 31 países, resaltando la posición de las cuatro economías más grandes de la Unión Europea (Alemania, Francia, Italia y España). Las líneas naranjas representan la posición de nuestro país dentro de la nube de puntos. Como se puede ver existen dos grupos de países si tomamos como referencia dicha posición. Por un lado el grupo de países que tienen mayor porcentaje de gasto en educación y también mayor PIB per cápita (Suiza, Noruega, Luxemburgo, Suecia, Dinamarca, Islandia, Finlandia, Bélgica, Holanda, Reino Unido, Austria, Irlanda y Alemania), y por otro está el grupo de países que aunque realizan una esfuerzo significativo en gasto tienen una producción individual menor (Portugal, Letonia, Eslovenia, Chipre, Malta, Estonia, Lituania, República Checa, Croacia y Grecia). Este último grupo entiende sin duda que aunque el esfuerzo no se ve reflejado en el corto y medio plazo, a largo plazo es una inversión necesaria y beneficiosa para mejorar su competitividad. 


La educación es un tema que genera debates ásperos por el componente ideológico, político y mediático de la cuestión. La importancia que tiene para el bienestar social presente y futuro contrasta con los planteamientos extremos de los distintos grupos de interés que intentan construir un prototipo de educación al margen del resto de actores en escena, y esto tiene como consecuencia la carencia de un consenso que nos lleve a un modelo educativo estable y competitivo. Al margen de cuestiones operativas como los itinerarios, la organización, la metodología o las competencias en materia educativa, donde mejor se refleja el interés o el esfuerzo de las distintas administraciones públicas en este tema es a través de los recursos financieros que destinan a ese fin. En España las competencias en educación están transferidas a las Comunidades Autónomas y por tanto son éstas las que gestionan los recursos disponibles. La responsabilidad última de una financiación adecuada por tanto deberían recaer en ellas, aunque es habitual provocar una confusión generalizada a la hora de identificar el causante final de la falta de recursos públicos en esta partida social estratégica, culpándose mutuamente entre administraciones y gobiernos de distinto nivel y color político. En el gráfico se puede ver el comportamiento que ha tenido el gasto público educativo agregado a nivel nacional, y como en 2014 ascendió a 42.298 millones €. En diferente color se dibuja la proyección de gasto educativo que habría en 2014 si se hubiese mantenido el ritmo de crecimiento medio registrado entre 2005 y 2010, que fue del 5,6%. Pues bien el importe habría sido de 22.956 mm€ más, situando el hipotético gasto total en 65.254 mm €, lo que supondría dejar el gasto por encima del 6% sobre PIB.


El gasto en educación se ha comportado de forma diferente en el contexto europeo. Si tomamos como referencia las mayores economías vemos que en Alemania y Francia ha incrementado el gasto tanto en el período previo a la crisis como después del comienzo de ésta. Por contra, Italia y España se han comportado de forma cíclica, es decir, gastan más cuando la economía les iba bien mientras reducen el gasto educativo cuando les llegó la crisis. Ahora bien, España destinó más recursos en el período que va desde la entrada en el euro hasta el comienzo de la crisis (2000-2008) que el resto de países, en concreto 26.660 mm€ (+78,3%). Luego el gasto se redujo en 4.746 mm€, lo que ha supuesto un descenso del -10,1%. Alemania por su parte ha tenido el comportamiento contrario, destinando 14.605 mm€ (+17,1%) en el período 2000-2008, mientras que en la fase posterior al comienzo de la crisis aumentó el gasto en 10.000 mm€ hasta los 24.613 mm€ (+24,6%). Italia sería entre los grandes países el que ha tenido un comportamiento más parecido al español. En la fase precrisis incrementó el gasto en 16.376 mm€ (+29,8%), mientras que después lo ha reducido en 5.812 mm€ (-8,2%). Teniendo en cuenta que el gasto en educación es un tema delicado para la opinión pública de los países, y que reducirlo tiene un impacto electoral asegurado, se puede ver como la crisis financiera ha provocado unos recortes indeseables en los presupuestos públicos de los países periféricos como Italia y España, y esto ha tenido una enorme influencia en los cambios políticos que se están viviendo.


A la hora de valorar el esfuerzo o el recorte en la partida financiera de educación de un estado hay que tener en cuenta otros aspectos para calibrar correctamente la situación. En el gráfico podemos observar la evolución que ha tenido el gasto educativo a partir de 1995 en Alemania, Francia, Italia y España. El rasgo más destacable de la gráfica es la pendiente del esfuerzo de gasto español, en gran medida porque nuestro país arrancaba desde una posición más atrasada que el resto de países. Hay que tener presente también los habitantes de cada estado y au estructura poblacional, por lo que el gasto por alumno puede variar de forma significativa. A falta de ese dato desagregado, debemos poner en contexto el gasto educativo en función de su población. Así si tomamos el gasto público que destinan a educación entre la población de cada estado, podemos ver que en 2014 nuestro país destinó 909 €/persona, mientras que Alemania gastó 1.546 €/persona, Francia 1.796 €/persona, Italia 1.077 €/persona, e incluso Portugal destinó 1.033 €/persona. Hay que insistir en que estos datos solo sirven como referencia, ya que la composición de su población y otros factores pueden distorsionar las conclusiones extraídas de ellos.

En conclusión, España ha realizado un esfuerzo importante durante la fase previa a la crisis en cuanto a intensidad, pero aún así sigue lejos de los estándares europeos en educación, al menos en lo que recursos financieros se refiere. Como ya se ha insistido en otras ocasiones en este blog, la materia educativa ha sido un elemento útil para la confrontación política y por ello, es quizás por lo que no se ha conseguido consensuar un modelo estable y relativamente uniforme. Las presiones políticas y territoriales han colocado el foco de atención es cuestiones no estratégicas y en un debate improductivo que nos ha hecho perder mucho tiempo. El principal déficit que presenta España es la falta de cultura y capacidad negociadora para alcanzar acuerdos que marquen un futuro financiero permanente para la educación al margen de ideologías, estrategias políticas o división territorial. Solo se han conseguido dos grandes pactos en este país: en materia de pensiones y sobre terrorismo, y en el resto de materias importantes estamos a la intemperie de los caprichos de las capacidades o caprichos de los gestores públicos del momento. Conseguir un modelo educativo eficiente y bien financiado es un requisito imprescindible pero no suficiente dentro de un mundo globalizado como el nos toca vivir, ya que el resto de países de nuestro entorno tienen muy claro la importancia de la educación de sus ciudadanos, algo que se puede corroborar por los recursos que destinan a ello.